La
estructura apelativa en El donador de
almas de Amado Nervo
Amado Nervo nació en Nayarit en 1870 y
murió en 1919 en Montevideo, Uruguay. Su producción literaria estuvo
influenciada por los grupos intelectuales de la revista Azul y la Revista moderna,
por lo que su obra comúnmente se inserta en el movimiento modernista. Escribió
su tercera novela corta El donador de
almas en 1899, mismo año en el que apareció, del 9 de abril al 7 de mayo, por
entregas en cuadernillos independientes de dieciséis páginas en la revista Cómico. La versión completa apareció póstumamente
hasta 1920 en la revista Novela quincenal.
Tomo III, número 8; se publicó con ilustraciones de Antonio Gómez, y
cornisas, remates y capitulares de Alfonso Garduño[1].
La novela consta de un brevísimo prólogo anónimo, de 22 capítulos y de una
dedicatoria a Josefina Tornel seguida de un epígrafe en latín escrito por el
mismo Nervo: “Amica in gaudio, soror in tenebris[2]”.
En
el sucinto prólogo antes mencionado aparece una observación acerca del mérito
literario de la novela: “Considerada literariamente, nuestra novela presenta un
hábil desarrollo y un diálogo nada pesado. Quien comienza a leerla, acaba con
ella en un momento sin parar hasta el fin”[3].
Este comentario, aparentemente insustancial,
encierra una probable hipótesis: partiendo de que en El donador de almas hay una estructura apelativa al lector con una
fuerte presencia, considero que mientras más apelaciones al lector –si no más,
sí constantes– en un texto literario, es más fácil la recepción, es decir, la
lectura se vuelve más rápida pues la atención del lector se ha acaparado y por
ello la novela gana movimiento en la narración. En “La estructura apelativa de
los textos”, Wolfgang Iser pregunta acerca de los textos literarios: “¿cómo se
puede describir lo excitante? Los textos tienen sin duda aspectos estimulantes,
que perturban y con esto se causa esa nerviosidad que Susan Sontag quiere
designar como el erotismo de las artes”[4].
Entonces, gracias a estos estímulos perturbadores de los que habla Iser
podríamos afirmar que el arte es seductor, que envuelve al receptor para no
dejarlo ir y retenerlo la mayor cantidad de tiempo posible. Por consiguiente, a
la primera hipótesis podríamos agregar que si hay mayor apelación al lector,
habrá menos indeterminación y, por tanto, menos participación del lector para
descifrar lo expresado en el texto. Lo anterior puede no ser acertado
totalmente: en el prologuillo al Donador
aparece otra nota interesante: dice el prologuista que en el último capítulo, “allí,
lector, Nervo te explicará lo que no hayas comprendido al leer su novela”. De
ello, podríamos conjeturar que la apelación constante al lector no es
suficiente para que el sentido del texto sea completo, pues Nervo añadió un
capítulo más para aclararlo; también, que los editores estaban conscientes de la
complejidad de la novela, en cuanto al contenido, no a la forma. Una
explicación lógica a la dificultad que supone El donador de almas en esa época es que precisamente trata un tema
innovador o poco conocido por los receptores (de aquí se podría estudiar la
mala o buena recepción de la novela por parte del público lector en la década
de los veinte, asunto que no compete a este trabajo). Ahora, con dos hipótesis
establecidas, es conveniente tratar punto por punto para obtener finalmente una
idea más esclarecedora acerca de la presencia de la estructura apelativa en El donador de almas y su posible efecto
en el lector como individuo.
Primeramente
es necesario definir el término estructura
apelativa. Para Iser, el texto literario se caracteriza por su falta de
superposición con los objetos del mundo real y las experiencias propias del
lector[5].
La tarea del que lee es fijar “la estructura oscilante del texto en
significados que, por lo general, se producen en el proceso mismo de la
lectura”[6]
a partir de un conjunto de herramientas dirigidas implícita o explícitamente a
éste, y que comúnmente son más evidentes en la segunda lectura:
En una segunda lectura se está provisto con una
información infinitamente mayor sobre el texto […] Esta información adicional
es la condición para que se pueda usar, de manera diferente o tal vez hasta de
una manera más intensa, las relaciones, no formuladas, entre las diversas
situaciones del texto[7].
La estructura apelativa, entonces, está
constituida por aquellos recursos formales
de los que se vale el autor para guiar al receptor. La estructura
apelativa afecta al conjunto de perspectivas que producen el objeto literario,
para hacerlo menos o más claro, dependiendo de la finalidad del autor. En El donador de almas las apelaciones
apuntan a esclarecer el objeto literario, como se verá a continuación.
Una
de las características principales de la indeterminación en la literatura, presentes
en la novela de Nervo, es la publicación
por entregas. Actualmente si leemos una novela del siglo XIX publicada
originalmente por entregas, la
indeterminación que ofrecía el texto no es el mismo pues es posible saber qué
va a ocurrir inmediatamente y no después de diez o quince días que tardaba en
publicarse el capítulo nuevo. Lo que sí podemos apreciar todavía es la técnica
de corte con la que se trabajaba en este tipo de novelas: están divididas en
capítulos interrumpidos estratégicamente en “donde se ha formado una tensión
que exige una solución o donde se desea saber algo sobre el desenlace de lo
recién leído”[8]. El donador de almas sigue esta pauta; el
ejemplo más claro de arrastre de tensión se da entre el capítulo “Sor Teresa” y
“¿Y ahora…?”; el primero finaliza con el conflicto suscitado por la muerte de
sor Teresa: el autor interrumpe la conversación entre Rafael y Alda e inserta
un comentario que frena aun más el movimiento que llevaba el relato:
–¡Sepultado! –clamó el doctor en
el colmo de la estupefacción.
–Sepultado… y está desorganizándose
ya.
–¿Y ahora…? –gimió Rafael.
–¡Y ahora…! –gimió Alda.
Y ahora,
el autor da remate al capítulo séptimo
de esta cosa que va formando un
libraco cualquiera.
La
última anotación del autor da término al capítulo estrepitosamente: la
narración se paraliza y la tensión se arrastra hasta el capítulo siguiente, en
el que se da una solución. Nervo asimismo hace un comentario, ingenioso, muy a
su estilo, referido a la publicación por entregas; en el último capítulo se
lee:
ZOILO. Pudo usted ahorrarse esta
réplica, cumpliendo con su canon de silencio.
ÉL. Suponga usted que la necesitaba para nutrir dos
páginas más que completasen la última entrega, y que todo es asunto de regente…
Este comentario funciona como crítica a
la industria de la imprenta o de la edición, pero lo supongo valioso porque no
deja de dar luz sobre la publicación de novelas impresas por entregas en
aquella época.
En
cuanto a las herramientas formales constitutivas de la estructura apelativa de
los textos, Alberto Vital en “Teoría de la recepción”, basándose en los términos
teóricos propuestos por Iser, hace un enlistado de ellas: a) vacíos de
información, b) comentarios del narrador, c) lugares privilegiados o
peritextos, d) marcas de lectura y e)
líneas de acción[9].
El
donador de almas no tiene vacíos de información (más
adelante se abordará el tema de la indeterminación). El argumento de la novela
es sencillo y lineal: tiene un inicio y un fin claros; en el final de la obra,
todas las líneas de acción aparecen concluidas en su totalidad, por lo que no
hay un final abierto que deje la oportunidad al lector de interpretar algún
hueco en la información.
De la lista de Vital,
se puede considerar que las dos herramientas más explotadas por Amado Nervo en
su novela son los comentarios del narrador y las marcas de lectura. Los
primeros, dice Vital, “sirven para orientar o distraer al lector en cuanto a
las intenciones del autor”[10]:
en El donador sirven, sin duda, para
orientar; verbigracia, “El doctor encendió un segundo cigarro –la sutil penetración del lector habrá
adivinado, sin duda, que ya había encendido el primero– y empezó a fumar
con desesperación […]” o “Y el doctor se dio
un beso… mental. (¿Cómo besarse de otra
manera? ¿Sólo las mujeres saben besarse a sí mismas en los labios, a través del
mar tranquilo del espejo!)”; para conducir la atención del lector: “En
1890, el lector, si le place, tornará a encontrar al doctor en las
circunstancias que enseguida se expresan” o “Mas, como quien bien te quiere te hará llorar, Andrés iba a hacer llorar a
Rafael –o mejor dicho, al hemisferio derecho del cerebro de Rafael– lágrimas
de sangre, como verá quien siga leyendo”,
y para rectificar la atención: “Dos ojos negros y muy grandes que tenía el
doctor, ¿no lo había dicho?”.
A los comentarios del
narrador hay que añadir los del autor. A este propósito, Iser considera que los
comentarios del autor sirven para guiar y aclarar la historia narrada: “el autor
mismo elimina vacíos, pues con sus comentarios desea unificar la concepción del
relato. […] El autor mismo le dice cómo debe entender su relato”[11].
El teórico alemán pone como ejemplo el comentario de Dickens a una escena de Oliver Twist, en la que un niño se
atreve a pedir una segunda ración de sopa; el comentario del autor apoya el
desprecio de los vigilantes del hospicio, lo que causa un extrañamiento en el
lector, quien lo desaprueba[12].
Un ejemplo similar en la novela de Nervo
lo encontramos en el capítulo “Fin del mundo”, en el que se describen las
peculiaridades de doña Corpus, quien, deseosa del fin del mundo, lo pedía
fervorosamente a Dios. Ante tal paradoja, el autor se permite dirigirse al
lector y hacerle la siguiente sugerencia: “Suplicamos al lector que no censure
a Doña Corpus, en nombre de la libertad de ideas que constituyen la presea más
valiosa de nuestro moderno orden social”. A lo largo de la narración, hay una
cantidad importante de comentarios hechos por el autor, “de repente, el lector
ya no tiene contacto exclusivamente con las figuras de la novela, sino además
con un autor que se coloca en el papel de un comentarista entre la historia y
el lector”[13].
En El donador de almas incluso se llega
a confundir el papel del autor y el del narrador pues a veces da la impresión
de que son uno mismo; en el capítulo “El regalo del elefante”, en el que se
narra la extrañeza con la que el doctor recibía el alma, Nervo inserta un
comentario entre paréntesis que funciona como anécdota y como ejemplo: “(El
autor de esta historia preguntó en cierta ocasión a una tonta: “¿Quieres un
sueño? ¿Me permites que te regale un sueño?” […])”; igualmente hay comentarios
en los que el autor justifica lo que escribe:
Todo el universo estaba dentro de
él, estaba en su cerebro. Su cerebro era un huerto cerrado, donde Adán y Eva
–Rafael y Alda– se besaban continuamente (perdonando
ustedes este antropomorfismo y otros en que ha incurrido y habrá de incurrir el
autor)
o “Las lunas de miel, por más que sean
tan excepcionales como la de nuestro
héroe (clisé que todos los
novelistas usan para designar al personaje principal de sus novelas),
tienen su cuarto menguante y su conjunción”, y comentarios en los que el
narrador hace referencia al autor: “¿Cumplió Alda la promesa hecha a su amado?
Juzgamos que sí, porque merced a la omnividencia, que es privilegio del autor,
hallamos en una página del diario de Rafael [...]”.
Otra
de los mecanismos dirigidos al lector utilizados por Nervo son las marcas de
lectura, “que consisten en todos los elementos útiles para responder a
cualquiera de las siguientes cuestiones: 1) ¿quién habla?, 2) ¿dónde ocurren
los hechos?, 3) ¿cuándo ocurre? y 4) ¿a quién se habla?”[14].
Para representar el comportamiento de los personajes, de quiénes hablan, Nervo
utiliza marcas de lectura en forma de acotaciones casi teatrales, las cuales
sirven para ofrecer al lector una imagen completa y rica en elementos que le
permitan recrear la escena casi como si la estuviera viendo; por ejemplo, en el
capítulo I:
–¿Quién? –bostezo de malhumorado–. ¿Quién es?
–El señor Esteves.
(Expresión
de alegría)
Y en el capítulo “La donación”:
–Pues bien: hace un año, un año,
¿te enteras?, que pienso todos los días, todos los días, ¿te fijas?, en hacerte
un regalo. (Aquí el doctor frunció el
ceño). Un regalo digno de ti […] (Segundo
fruncimiento de cejas del doctor) […].
Dentro de otro grupo,
se pueden clasificar las referencias al lector propias del estilo gracioso y
ameno de Nervo. Además de que aligeran y dan movimiento a la narración, este
tipo de recurso involucra de una manera más profunda al lector; véanse los
ejemplos: después de mencionar algunas expresiones en ruso como Dobropojalovat o Spassibo za vasche gosteprumst vo, aparece la siguiente
recomendación: (Suplicamos al lector que no intente pronunciar estas frases.
Perderían mucho de su encantadora expresión), o en el capítulo “Música
celestial”:
–Me
estás hablando en griego, Andrés.
–Te
estoy hablando en hebreo, Rafael
–No te entiendo,
Andrés (juzgamos que el lector tampoco).
Como podemos notar, la
novela contiene un compendio vasto de herramientas formales apelativas al
lector. Francisco Tovar Blanco hace un enlistado de algunos de los elementos
dentro del Donador constitutivos de
la estructura apelativa:
fragmentos de un diario íntimo,
descripciones objetivas, frases y secuencias líricas, registros científicos,
discursos y planteamientos filosóficos, teosóficos o mítico-religiosos,
conocimientos astronómicos y astrológicos... Todo ello en su más ajustada
mezcla y en su apropiada fórmula moderna[15].
El estilo de Nervo, “que se distingue
por su amenidad y humorismo”[16],
hace posible la lectura agradable y distendida aun en los capítulos menos
narrativos y más discursivos como “Música celestial”, por citar un ejemplo.
Ahora
bien, con lo visto anteriormente se puede afirmar que la estructura apelativa busca producir un
efecto, el cual está condicionado por la indeterminación del texto. Wolfgang Iser
se pregunta si la indeterminación representa una condición fundamental para el
efecto, y aclara: “Cuanto más pierden los textos en determinación, más
fuertemente interviene el lector en la co-realización de su posible intención”[17].
Esto es, una obra con poca determinación siempre va a provocar algo más que una
en la que la realidad del texto es casi un espejo de la realidad vital del
lector. Para Iser, entonces, la indeterminación es una cualidad intrínseca al
texto literario por su falta de superposición con los objetos del mundo real y
las experiencias propias del lector. En El
donador de almas la indeterminación disminuye debido a los comentarios
excesivos del autor para guiar al lector y a la inserción del último capítulo,
“Zoilo y él”, que ofrece al lector una explicación sumamente explícita con base
en el juego preguntas-respuestas entre dos personajes:
ZOILO. ¿Por qué llama usted a
esta historia El donador de almas?
Fíjese usted bien: el donador apenas si proyecta su silueta en el libro, y en
cuanto a las almas donadas se reducen a una.
ÉL. Hay un derecho
incontrovertible, y es el de bautizar. […] Mi nouvelle se llama El donador,
en primer lugar, porque así me plugo llamarla, y en segundo, porque al
final de ella vive aún quien da, y quien da, lógicamente, puede seguir dando.
La poca actividad que le corresponde al
lector del Donador posiblemente
conlleve un efecto negativo. Iser lo explica así:
Si
la cantidad de vacíos disminuye en un texto fictivo, entonces cae en el peligro
de aburrir a sus lectores, ya que los confronta con un grado creciente de
determinación orientado ideológica o utópicamente. Sólo los vacíos conceden una
participación en la co-ejecución y en la constitución del sentido del suceso[18].
Es imposible, por supuesto, saber con
certeza cuál es el efecto producido por El
donador de almas en el lector como individuo. Considero que es más bien la
apreciación subjetiva de lo que se lee lo que condiciona el efecto, positivo o
negativo, en el receptor; es una cierta afinidad que el lector puede o no
encontrar en la novela de Nervo, tal como lo anota Francisco González Guerrero:
“La prosa de Amado Nervo podrá gustar o no a quien la lea, según que haya
afinidad en el lector o solo prejuicios de educación literaria”[19].
Al fin y a cabo, son juicios subjetivos que ni la presencia objetiva de la
estructura apelativa determinan.
Como ya había
mencionado, considero que la indeterminación en la obra de Amado Nervo radica
más bien en el tema, el hermafrodismo intelectual, planteamiento al que Alfonso
Méndez Plancarte denomina “pavorosa y exhilarante hipótesis metapsíquica”[20].
Si bien el género fantástico es bien aceptado en la época ya que
el espíritu de las gentes, aún al
filo del siglo XX, se alimenta de lo fantástico. No cabe renunciar a
las ventajas del dinero, la ciencia o la técnica, deteniendo repentinamente el
proceso social o los acelerados logros del conocimiento. Se trata de no
esconder el bulto ni negar lo fundamental ante los principios naturales de un
mundo enigmático que sigue guardando celosamente el secreto de la esfinge[21]
y Nervo, como menciona Blanco, “se mueve
como mejor sabe y puede entre las redes del entramado social, político y
cultural del tiempo que le ha tocado en suerte”[22],
sin embargo, la tesis central de la novela, para comprenderla, sí demanda
complejidad y especialización.
Para
concluir, se puede asegurar que El
donador de almas consta de una estructura apelativa con gran dimensión,
cuyo objetivo, la mayoría de las veces, es esclarecer el objeto literario, esto
es, dirigir al lector hacia un entendimiento preciso y claro del texto; por
consiguiente, la novela de Nervo presenta mínima indeterminación; a excepción
de los discursos filosóficos, astrológicos y científicos que exponen el
innovador tema. La preocupación de Amado Nervo por sus lectores, entonces, se
puede percibir gracias a todos los recursos que utiliza para hacer más
comprensible la lectura del Donador, desde
el comienzo hasta el final:
Este es el
cuento de El donador de almas, que he
tenido el placer y la melancolía de contaros. Guardadlo en vuestro corazón, y
plegue al cielo que cuando la Quimera llegue hasta vosotros la acariciéis con
humilde espíritu y en alta contemplación, a fin de que no se aleje y hayáis de
amarla cuando parta…
Deo gratias feliciter,
amen!
BIBLIOGRAFÍA
ISER,
Wolfgang. “La estructura apelativa de los textos” en En busca del texto: teoría de la recepción literaria. Compilación
de Dietrich Rall y traducción de Sandra Franco. UNAM, México, 1987.
GONZÁLEZ GUERRERO, Francisco y Alfonso MÉNDEZ
PLANCARTE, edición, estudios y notas. Obras
completas. Tomo I. Prosas y II.
Poesías de Amado Nervo. Aguilar, Madrid, 1973.
NERVO, Amado. El
donador de almas en El libro que la
vida no me dejó escribir. Selección y estudio preliminar de Gustavo Jiménez
Aguirre. FCE/Fundación para las Letras Mexicanas/UNAM, México, 2006.
TOVAR BLANCO, Francisco. Visiones fantásticas en la prosa literaria de Amado Nervo. Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes, Alicante, 2010. Disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/visiones-fantasticas-en-la-prosa-literaria-de-amado-nervo/html/8ad147db-7d32-41db-b79c-6327ce6637c8_4.html#I_0_
VITAL, Alberto. “Teoría de la recepción” en Aproximaciones. Lecturas del texto.
Edición de Esther Cohen. UNAM, México, 1995.
[1]
Dos ediciones facsimilares dignas de ser mencionadas se pueden consultar en la
red. La primera está editada por la Biblioteca virtual Miguel de Cervantes,
disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/obra/el-donador-de-almas/;
la segunda, por un grupo de investigadores auspiciado por el Instituto de
Investigaciones Filológicas de la UNAM, disponible en: http://www.amadonervo.net/narrativa/flash/donador/donador.html
También se puede consultar la versión en audio en: http://www.descargacultura.unam.mx/app1?sharedItem=864
[2]
En español: “Amiga en la alegría, hermana en las tinieblas”.
[3]
La edición utilizada a lo largo del trabajo es: Amado NERVO, El donador de almas en El libro que la vida no me dejó escribir. CFE/Fundación
para las Letras Mexicanas/UNAM, México, 2006.
[4]
Wolfgang ISER, “La estructura apelativa de los textos” en En busca del texto. Teoría de la recepción literaria, p. 99.
[5]
Ibidem, pp. 102,103.
[6]
Ibidem, p. 104.
[7] Ibidem, p. 106.
[8]
Ibidem, p. 108.
[9]
Alberto VITAL, “Teoría de la recepción” en Aproximaciones.
Lecturas del texto de Esther Cohen, ed., pp, 247-249.
[11] Wolfgang ISER, Op. cit., p. 109.
[14] Alberto VITAL, Op. cit., p. 248.
[15]
Francisco TOVAR BLANCO, “Visiones fantásticas en la prosa literaria de Amado
Nervo”.
[16]
Francisco GONZÁLEZ GUERRERO, “Introducción” en Obras completas. Tomo I. Prosas de Amado Nervo, p. 33.
[17]
Wolfgang ISER, Op. cit., p. 101.
[18]
Ibidem, pp. 106, 107.
[19]
Francisco GONZÁLEZ GUERRERO, Op. cit.,
p. 33.
[20]
Alfonso MÉNDEZ PLANCARTE, “Introducción” en Obras
completas. Tomo II. Poesía de Amado Nervo.
[21]
Francisco TOVAR BLANCO, Op. cit.
[22]
Idem.
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