lunes, 20 de abril de 2015

Prólogo al libro "La semiótica del texto" de Greimas

Greimas, A. J., La semiótica del texto. Ejercicios prácticos, trad. Irene Agoff, Buenos Aires, Paidós, 1993, pp. 15-19.


(p. 15)
I
1. La lectura de un cuento literario que aquí proponemos pretende ser una muestra de ejercicios prácticos, es decir, una ilustración del encuentro entre el semiótico —que interroga al texto y lo manipula— y el texto mismo, que le opone, unas veces su opacidad, y otras una transparencia que no hace más que reflejar los juegos de múltiples facetas en él inscritos. Al igual que la exploración del etnólogo, instalado sobre el terreno, este trabajo sobre el texto podría tomarse como un ingenuo retorno a las fuentes por parte del semiótico.
Comparación que aun es posible extremar: como sucede con el extranjero que, al establecerse junto a una comunidad de la que se sabe diferente, trae consigo, además de una simpatía un tanto hipócrita —por basarse en el postulado de la diferencia—, todo su saber anterior debidamente organizado, la relación del analista con el texto nunca es inocente, y suele ocurrir que la ingenuidad de las preguntas que le formula sea tan sólo fingida. Felizmente —y hay aquí una recompensa para esfuerzos que no guardan proporción con (p. 16) los descubrimientos—, de vez en cuando tropieza con hechos que trastocan sus certezas y le obligan a poner en entredicho explicaciones dispuestas de antemano. Esta ruta sembrada de obstáculos, según la conocida imagen de Condillac, es quizá la de toda práctica científica.
2. Si hay un campo en que la investigación semiótica parece haber logrado establecer sus cuarteles, ese campo es, sin duda, el de la organización sintagmática de la significación. No se trata, por supuesto, de un saber indubitable ni de adquisiciones definitivas, sino de una manera de enfocar el texto, de procedimientos de segmentación, del reconocimiento de unas cuantas regularidades y, sobre todo, de modelos de previsibilidad de la organización narrativa, aplicables en principio a toda clase de textos e incluso, como resultado de extrapolaciones presuntamente justificadas, a encadenamientos más o menos estereotipados de conductas humanas.
Una vuelta al trabajo de Propp, y sobre todo su inserción en el terreno de investigación abierto por los análisis mitológicos de Dumezil y Lévi-Strauss, hicieron posibles estos estudios. La aparente simplicidad de las estructuras narrativas que Propp reconoció en los cuentos populares, así como la feliz elección de su terreno de maniobras, explican tan triunfal retorno: el cuento maravilloso de la infancia presta de buena gana su evidencia a la limpidez de la demostración. Así pues, hemos trabajado, no sin algunas recomposiciones y generalizaciones, y seguimos trabajando sobre la base de esta adquisición proppiana.
Hoy, cuando sus virtudes heurísticas parecen estar agotándose, podría ser tentador —aunque poco original— seguir el ejemplo de este autor y, según el principio que invita a ir de lo conocido a lo desconocido y de lo más simple a lo más complejo, pasar de la literatura oral a la literatura escrita, del cuento popular al cuento culto, buscando una confirmación de los modelos teóricos parciales con que contamos y resistencias factuales que incrementarían nuestro saber sobre las organizaciones narrativas y discursivas.
3. En el campo del análisis de discursos narrativos, metodológicamente circunscripto, es la semiótica literaria la que, por el número de investigadores y la calidad de sus trabajos, ocupa el primer lugar, claro está que también el lugar más expuesto, tanto al elogio como a la crítica. A decir verdad, la rapidez de su desarrollo y la amplitud de sus ambiciones tenían que inspirar cierta inquietud: “quien mucho abarca, poco aprieta”, dice una antigua sabiduría. Así pues, la impresión de que dichos estudios parecen hoy mostrar el camino, se debe a que en este terreno sabemos ciertamente demasiadas cosas, pero las conocemos mal. Esta crisis de crecimiento —porque de eso se trata— se manifiesta en varios síntomas que a veces cobran forma de atolladeros:
a) Cierta aplicación mecánica des esquema proppiano por la cual, tras su simple proyección sobre textos literarios, se reconoce en ellos (p. 17) una serie esperada de “funciones”, o aún más, la utilización de modelos reducidos que definen en relato, por ejemplo, como una sucesión de mejoras y agravaciones de la situación, se presentan como otras tantas técnicas repetitivas, sin proyecto científico: no sirven ni para aumentar nuestro conocimiento de las organizaciones narrativas ni para dar cuenta de la especificidad de los textos estudiados.
b) Algunas investigaciones literarias apuntan con frecuencia a conciliar la indagación semiótica con las exigencias de la época, escogiendo textos no representativos pero modernos y altamente elaborados. Si su análisis pone a menudo al descubierto el valor heurístico de la semiótica, a la que enriquece con nuevos conceptos (cuya importancia intuitiva no debe ser desestimada), de todas formas supone un vicio redhibitorio: el de no dejar la menor esperanza en una eventual validación.
Algunas veces esos trabajos son comparables, por su originalidad a los mejores ensayos de crítica literaria, y se insertan en ellos como puntos de vista sobre el texto: pierden así su especificidad semiótica. En casos más frecuentes y menos felices, constituyen lo que podemos considerar como una “aportación” de la semiótica a la crítica literaria, desde la efímera renovación de su vocabulario hasta la aparición de una “escritura” semiótica.
c) Por último, una tercera actitud conjuga los efectos contradictorios de la fascinación que la riqueza del texto examinado provoca, y la impotencia, confesada o no, para dar cuenta de él. Las justificaciones teóricas de esta dimisión pueden asumir diversas formas. Se insistirá, por ejemplo, en la unicidad de cada texto, que constituye un universo por sí solo, y se postulará la necesidad de construir una gramática para cada uno: pero lo propio de una gramática es poder dar cuenta de la producción y de la lectura de un número elevado de textos, y el empleo metafórico de este término —homenaje del vicio a la virtud— no logra ocultar la renuncia al proyecto semiótico. Se dirá también que todo textos es susceptible de una infinidad de lecturas, lo cual suele ser una buena excusa para ahorrarse lectura alguna, siempre fastidiosa. Se pretenderá, por último, que la riqueza del texto se debe a que es el producto de una infinidad de códigos autónomos: forma ésta de desplazar el problema y no de resolverlo, porque, o bien el sujeto de la enunciación —productor del texto— es un monstruo innumerable, o bien este sujeto mismo ha estallado ya en mil pedazos y entonces habrá que recurrir a otras honduras metafísicas para dar con su principio de unidad.
4. Para estas actitudes dimisionarias se podrían encontrar, es muy posible, razones ideológicas. Sin embargo, por el momento, bastará con una simple explicación pragmática: los recursos metodológicos de que hoy en día dispone la semiótica discursiva no corresponden —o mejor dicho, todavía no corresponden— a las exigencias del análisis de textos literarios complejos. Pese a ello, la inadecuación entre los medios y las necesidades no permite incriminar a dichos recursos ni discriminar textos supuestamente refractarios al análisis. Asimismo, nuestra incapacidad para reconocer la coherencia sintagmática de ciertos textos o el carácter sistemático del universo semántico a ellos subyacente, no deben ser precipitadamente confundidos con la ausencia de coherencia o de sistematicidad.
En suma, todo nos invita a plantear el problema de la semiótica discursiva en términos de estrategia y de táctica: una estrategia de conjunto para una disciplina dada, según la cual los objetos semióticos simples deber ser examinados antes de que los objetos complejos; una táctica particular, para el enfoque de cada objeto discursivo, que consiste en adoptar el nivel óptimo de análisis, el más apropiado al objeto, permitiendo estatuir, a la vez, sobre la especificidad de un texto y sobre sus modos de participación en el universo sociolectal de las formas narrativas y discursivas.
Entendiendo que la mejor manera de dar consejos es ser el primero en aplicarlos, hemos hallado que lo mejor que podía hacerse era practicar sobre un texto en apariencia simple, producto de un escritor pasablemente anticuado, e intentar percatarnos por nosotros mismos de lo que allí sucede.

II

1. Elegir a Maupassant equivale a a enrolarse de algún modo en la estirpe de Propp, continuando la exploración semiótica de un “género” literario, el cuento, del cual la obra de Maupassant —situada entre las de Merimée y Chejov— constituye, según opinión general, uno de los jalones destacados. También implica escoger un texto conocido: en efecto, Maupassant es uno de los escritores franceses más leídos. Tomar un texto ligeramente marchito supone, finalmente, asegurarse de antemano una distancia entre éste y el lector, cuya mirada no está deformada por reinterpretaciones modernas.
2. El estudio de un texto literario plantea inevitablemente, de una manera más o menos explícita, el problema de su situación en el universo literario sociolectal. Si por “universos literarios” se entiende clasificaciones de textos correspondientes a las dimensiones de las áreas culturales (o a veces a los límites de sociedades cerradas sobre sí mismas), cuya forma es la de etnotaxonomías que —con ayuda de categorías distintivas y lexicalizaciones apropiadas articulan el conjunto de discursos en clases y subclases y que rigen, después, las producciones ulteriores de nuevos discursos; y si se piensa que estas clasificaciones “naturales” se pueden explicitar y presentar como “teorías de géneros”, vemos que al intentar describir un texto literario como el de Maupassant, es preciso comenzar por preguntarse en qué medida no se está describiendo, al mismo tiempo, un texto “realista” de la prosa francesa del siglo XIX.
(p. 19)
3. Queda así instalada la ambigüedad como condición previa de la investigación. Porque todo el interés del retorno al esquema narrativo de Propp por parte de la semiótica, no está en que permite dar cuenta de la organización narrativa del cuento ruso (o del europeo, que participa de la misma área cultural), o en que puede ser utilizado como modelo de análisis en la etnoliteratura en general; dicho interés proviene de que el esquema proppiano es susceptible de ser considerado, después de algunos ajustes necesario, como un modelo hipotético pero universal, de la organización de los discursos narrativos y figurativos.
Así pues, los numerosos estudios de inspiración semiótica que procuran definir, por ejemplo, el “género fantástico” o el “género realista”, no aportan tantas respuestas como abren nuevos interrogantes. Por ejemplo, si se elige como campo de exploración un conjunto de textos clasificados por tradición y por convención bajo tal o cual etiqueta, no hay modo alguno de cerciorarse de que los rasgos comunes, seleccionados como definitorios de un género, lo sean realmente y no reaparezcan idénticos —como vimos que ha sucedido— en que un género a primera vista distante como podría ser el discurso trágico. No sólo no existe un texto que sea la realización perfecta de un género sino que, además, en cuanto organización acrónica, el género es lógicamente anterior a toda manifestación textual.
¿Debería plantearse entonces en primer término la existencia de un “discurso realista”, dotado de una organización propia, independiente de los universos literarios y de las áreas culturales en que se inscribe, y cuyas propiedades estructurales constantes serían reconocibles, por ejemplo, como las de los proverbios y enigmas, ya sean europeos, africanos o asiáticos? ¿Cómo hacer para elevar el realismo al rango de concepto universal?
Nuestra ambición no nos arrastrará, pues, a considerar el cuento aquí estudiado como un texto realista.

domingo, 8 de febrero de 2015

PAZ GAGO, José María, La estilística, Madrid, Síntesis, 1993, pp. 13-89.


Síntesis del capítulo 
La estilística como método crítico

Métodos de la Estilística: principios comunes:
a) Se aborda el análisis y la descripción de obras literarias para obtener algún tipo de conclusión sobre su calidad formal y su valor estético.
b) Interpretación en términos de desvío o de elección. Se considera pertinentes o relevantes los rasgos formales que se salen de lo “normal”.
c) La consideración de los factores protagonistas del proceso comunicativo: emisor receptor y texto.

El estilo

El problema del estilo estriba en la dificultad con la que siempre se han encontrado los investigadores para definirlo, formular sus propiedades y fijar su estatuto teórico y científico así como en la imposibilidad de precisar su naturaleza: lingüística, formal, estética, psicológica, filosófica.
El fenómeno privilegiado por la estilística genética alemana estaría indisolublemente unido al creador y a su intencionalidad. El estilo no radica en la estructura lingüística del texto sino en la función comunicativa que el emisor quiera acordarle. Según la función de que se trate, tendremos un valor estilístico diferente: social, informativo, poético, filosófico puesto que depende no de su variabilidad formal sino funcional; el estilo es, por tanto, algo extratextual.

Desvío y elección

La opción desviacionista ha sido muy útil tanto en las estilísticas idealistas como en aquellas que adoptan un componente preestructura o estructura y de hecho constituye uno de los presupuestos subyacentes a toda formulación estilística.
Texto lingüístico creativo: desviado con respecto al uso social de la lengua: los mecanismos de desviación serían la figuras mediante las cuales se crean nuevas expresiones, nuevos contenidos y nuevas relaciones entre ambos.
El escritor llevaría a cabo sistemáticamente un proceso continuo de elección entre diversas formas expresivas equivalentes, esos recursos expresivos han sido elegidos por su mayor efectividad estilística, para lograr una mayor originalidad que sea percibida por los lectores.

Estilística y retórica
En el contexto preestructural de la Escuela francesa, la Estilística tiende a identificarse naturalmente con la Retórica, ciencia de la expresión, cuyo interés se centra en los aspectos prácticos y comunicativos del lenguaje, en la expresión de argumentos y sentimientos.
La estilística se considera, pues, como una neorretórica, nueva versión del arte del discurso persuasivo que en la Antigüedad. La estilística moderna integraría a la vez la retórica clásica como arte del lenguaje y como arte de la composición artística.

Estilística preestructural
Charles Bally llama estilística a una parte de la lingüística. El dominio que reservó a esta nueva disciplina fueron los medios de expresión de que una lengua dispone, entendiendo por “expresión” la manifestación formal del pensamiento. Así, la estilística, tal como la concibe por vez primera el lingüista suizo, tiene como objeto de estudio el valor expresivo de los hechos sintácticos y semánticos.



I. Escuela Española idealista
Amado Alonso

- Exponer los principios teóricos idealistas de la práctica interpretativa (intuición y sentimiento).

1) Sitúa el punto de partida intuitivo: la intuición del crítico debe coincidir con la intuición del poeta en el momento de la creación

2) La poesía es expresión de sentimientos subjetivos, la expresión intelectual de lo que es puramente sentimental: la expresión del sentimiento intuido por el crítico. Ahí radica la realidad del poema para expresarse “contagiosa” y “sugestivamente”.

3) La labor de la Crítica Estilística es abstraer conceptualmente el sentimiento subjetivo, la expresión intelectual del estado sentimental del poeta en el momento de crea el poema.

4) La forma es la objetivación de los sentimientos del poeta. El crítico trata de explicar el proceso de abstracción intelectual del sentimiento:
sentimiento – forma — construcción del sentido — objetivación de la realidad del texto

El poeta, en el proceso de creación, selecciona aquellas intuiciones que expresarán eficazmente su sentimiento hasta que sentimiento y pensamiento encuentran toda su profundidad semántica y formal, las imágenes precisas para su expresión para que ésta resulte más plena y poética

5) Al analizar los criterios métrico-estructurales, se distinguen sus partes temáticas

6) Significantes léxicos e interpretación semántica
1. Imágenes y metáforas
2. Juegos rítmicos (repeticiones, variaciones y oposiciones).
3. La sintaxis: la forma verbal, las interrogaciones retóricas

7) El sentimiento se comunica mediante el sistema expresivo de cada autor: una serie de procedimientos sugestivos y contagiosos que configuran la estilística del poeta, su utilización artística del lenguaje.



II. Estilística Preestructuralista.
Dámaso Alonso

- Concede mayor importancia a la intuición y la impresión subjetiva.
- Investiga la vinculación entre significante y significado (“punto vincular expresivo”).

1) Intuición previa → Expresión de la afectividad a través del lenguaje literario-

2) Referencia a la serie de poemas dedicados al mismo tema

3) El fenómeno léxico y temático entra en relación directa con el pensamiento del escritor, con su visión de los grandes temas existenciales.

4) La forma exterior, la estructura formal del texto depende del pensamiento del poeta y la tradición en la que se inscribe.↓

5) Continuas referencias biografistas ponen en contacto vida y obra: el carácter del poeta y los rasgos del texto (influencia de Spitzer: a una intuición previa, preguntas sobre la vida y creencias del autor, vaivén del autor al texto y del texto al autor).

7) Análisis “del alma del hombre” (Curtius, Auerbach): caracterización intelectual a partir de un hipotético sistema de valores

8) Análisis de rasgos lingüísticos: su sistematicidad y relación con el tema



Lázaro Carreter

- Tesis idealista del acto creador unitario, conse-cuencia de una intención intuitiva que da lugar a los aspectos formales y semánticos del texto.
- Concepciones preestructuralistas: identifica la creación textual con la elección que realiza el alma del autor al escribir poesía.

1) Punto de partida: una apreciación temática global, de origen intuitivo que va especificándose y corroborándose con el análisis lingüístico.

2) El poema se divide temática y métricamente.

3) Recursos y sus contenidos. Su eficacia se debe al impulso que los mueve.

4) Desarrollo del tema.

5) Estructura morfosintáctica

6) Valor semántico de la estructura métrica y morfosintáctica


7) Eficacia poética comunicada al lector.