OSCURO, EXTRAÑO… POÉTICO
Rusia, 1915 o 1917. Jóvenes veinteañeros
a los que les gustaba la poesía de Mayakovski tanto como les disgustaba seguir
los dogmas, jóvenes que simpatizaban con la Revolución (rusa, claro) querían
hacer de la literatura un trabajo científico. Sólo a los jóvenes se les puede
ocurrir algo así: que la lectura y la obra literarias se convirtieran en una
disciplina autónoma, con un objeto de estudio específico.
¿Por dónde empezar?
Claro: organizando reuniones entre amigos. En Petrogrado (así se llamaba
entonces la hermosa ciudad de San Petersburgo, cruel hogar de Raskólnikov, el
héroe de Crimen y castigo) fundaron
la Sociedad de Estudio del Lenguaje Poético. Y, a 650 kilómetros (unas ocho
horas en tren), el Círculo de Moscú. Ambos grupos se ocuparon, entonces, de
temas tan banales como urgentes: ¿qué es la literatura?, ¿cómo se construye una
obra literaria?, ¿cuál es la diferencia entre verso y prosa?
Quizás la pregunta más
acuciante, cuya respuesta inauguraba la teoría literaria, sea ¿cuál es el
objeto de estudio de una disciplina centrada en la literatura? No es posible
que sea toda la literatura, con los
millones de textos que la conforman. Entonces, consideraron que ese objeto de
estudio sería la característica que distingue a esos millones de textos
calificados como literarios: la literaturidad
presente en ellos y no en los otro millones de textos no literarios. Este tipo
de procesos de reflexión llevó a los jóvenes de ambos grupos a conclusiones
similares: determinar la existencia de un lenguaje “oscuro” que caracteriza a
la poesía.
Víctor Shklovski (n.
1893) publicó, en 1917, es decir, cuando contaba con 24 o 25 años, su artículo
“El arte como artificio”. Ahí señala un asunto muy preocupante: el hombre automatiza todas sus actividades, sus
percepciones. Es decir, convertimos cada objeto y suceso en parte de la rutina,
en un continuo sentir y pensar de modo automático. Tanto nos embotaríamos de
rutina que perdemos nuestra capacidad de asombro, no notamos las calles ni sus
habitantes, ni las expresiones de alegría o pena en los rostros. Y nuestra
manera de comunicarnos refleja esa forma automática de pensar. Formulamos
mensajes en función de la rutina: comprar, vender, trabajar, no trabajar,
ganar, ganar más… El joven Shklovski, entonces, advertía de las terribles
consecuencias de este automatismo que “devora los objetos, los hábitos, los
muebles, la mujer y el miedo a la guerra.”[1]
Entonces, el arte rescataría los objetos de esa automatización para llevarlos
al punto opuesto, a su “singularización”, que consistiría en, digamos, mostrar
un objeto en sí mismo, al margen de su utilidad, de la frecuencia con que es
visto y de lo que sabemos de ese objeto. Es lo mismo que hace el poeta, por eso
la idea del teórico coincide con un famoso consejo de Rilke al joven aquél: “trate
de expresar como un primer hombre lo que ve y experimenta, y ama y pierde”.
El procedimiento que
Shklovski propone para “singularizar” es oscurecer.
Para dar sensación de vida, para sentir los objetos, para percibir que la piedra es piedra, existe eso que se llama arte. La finalidad del arte es dar una sensación del objeto como visión y no como reconocimiento; el procedimiento del arte es el de la singularización de los objetos, y el que consiste en oscurecer la forma, aumentar la dificultad y la duración de la percepción. El acto de percepción es en arte un fin en sí y debe ser prolongado.[2]
Por eso, con frecuencia, leemos un poema
y no entendemos nada, porque el poeta “oscureció” la idea para invitarnos a
“iluminarla”; por ejemplo, en este poema de José Martí:
Parece imposible que dos cuerpos puedan
pesar menos que uno. Desde que mezclé su sangre con mi sangre, la mía es más
ligera —y desde que me la eché sobre los hombros, ando más a prisa.[3]
Dos cuerpos no pesan más que uno; la sangre no se
hace más ligera ni se echa sobre los hombros: esos son procedimientos para
oscurecer la idea. El lenguaje figurado nos hace mirar los objetos con una
nueva visión de la realidad. ¿Qué nos muestra este poema en prosa de José
Martí? Un hombre que es más feliz desde que ha formado una familia: su sangre
se ha mezclado con la de otra persona, es decir, ha tenido un hijo, y cuando lo
lleva sobre los hombros, es más fuerte. Algo tan cotidiano como la paternidad,
la imagen de un padre, de pronto vuelve a surgir como nueva, con sus
significados, primero oscuros, luego reveladores.
Los procedimientos para oscurecer el
lenguaje son, en síntesis, las figuras literarias: la metáfora, el hipérbaton,
el retruécano, palabras espantosas cuyas definiciones a veces son mucho más
oscuras que el lenguaje poético. Reconocer esas figuras no parecía interesar al
joven teórico, en cambio, prefería descubrir los procedimientos que el autor
había seguido para dificultar la comprensión inmediata, automática. El primero
que describe Shklovski es el de “no llamar al objeto por su nombre sino
describirlo como si lo viera por primera vez y en tratar cada acontecimiento
como si ocurriera por primera vez”.[4]
La idea se parece tanto a la de los versos de Vicente Huidobro, que mejor
mostrarla a manera de explicación:
¡Por qué cantáis
la rosa, oh poetas!
Hacedla florecer
en el poema;
Otra “receta para oscurecer” es, en la
descripción del objeto, no emplear lo nombres comunes de sus partes sino otras
palabras que sean más adecuadas para describir otros objetos. Es decir, para
describir una fuente, de esas que hay en los parques, quedan prohibidas las
palabras “aparato que expulsa agua en plazas, calles, casas o jardines” o
“manantial que brota de la tierra”. A cambio, habrá que recurrir a los términos
del mundo de los arbóreos, como lo hizo Octavio Paz:
un sauce de
cristal, un chopo de agua, […]
un árbol bien
plantado mas danzante,
También
está el procedimiento de singularización que consiste en mirar los objetos
desde otros ojos. Por ejemplo, Tolstoi crea un caballo narrador “y los objetos
son individualizados por la percepción otorgada al animal, no por la nuestra.”[5]
Todos los objetos serán difíciles de comprender para ese ser extraño, no
humano. Así lo hace Efraín Huerta en el poema “Tláloc”, un dios que mira la
lluvia con profundo agotamiento divino:
Sucede
Que
me canso
De
ser dios
Sucede
Que
me canso
De
llover
Sobre
mojado
Sucede
que aquí
Nada
sucede
Sino
la lluvia
lluvia
lluvia
lluvia[6]
La
aplicación más frecuente de singularización es la representación de alusiones
sexuales: las frases de doble sentido, albures y juegos de palabras que, con
frecuencia, no se entienden a la primera (y a veces, ni a la quinta); pero
cuando se hace la luz, casi siempre
sigue el asombro (y el enojo…). Un orgasmo es un reto que Tomás Segovia
oscurece en este soneto:
Otra vez en tu fondo empezó
eso...
Abre sus ojos ciegos el gemido,
se agita en ti, exigente y
sumergido,
emprende su agonía sin regreso.
Yo te siento luchar bajo mi peso
contra un dios gutural y sordo, y
mido
la hondura en que tu cuerpo
sacudido
se convulsiona ajeno hasta en su
hueso.
Me derrumbo cruzando tu derrumbe,
torrente en un torrente y agonía
de otra agonía; y doblemente
loco,
me derramo en un golfo que
sucumbe,
y entregando a otra pérdida la
mía,
el fondo humano en las tinieblas
toco.
Son muchas las técnicas de oscurecimiento
que los poetas utilizan. Tal vez cada autor tenga su propio sistema de
recursos. Un aspirante a poeta podría adentrarse en estas técnicas con un juego
muy parecido a las adivinanzas: el coordinador del juego escribe varios nombres
de objetos (“gato”, “lluvia”, “amante”, “celos”) o expresiones y experiencias
(“emborracharse”, “estar aburrido”, “esperar a una persona que no llega”) en
papeles que después se asignarán a cada jugador. El jugador deberá llamar al
objeto sin usar el nombre, describirlo como si se viera u ocurriera por primera
vez, describirlo desde una perspectiva diferente a la visión rutinaria (o sea,
describirla como un animal, un extraterrestre o un viajero que nunca ha visto
nada parecido), asignar al objeto o suceso un nombre inhabitual, propio de otro
ámbito; por ejemplo, ubicarlo en un ritual religioso o en una aventura épica.
Una vez que se ha construido la nueva visión del objeto, compartir la
construcción (digamos, la adivinanza, con los demás jugadores): se trata de que
descubran su significado. Pero, cuidado: si el objeto oculto es descubierto de
inmediato, mejor seguir practicando; y si el nadie puede descubrir el objeto,
tal vez no utilizamos el lenguaje de todos, sino un código individual que nunca
podría ser iluminado por los demás.
[1] V. Shklovski, “El arte como
artificio”, en T. Todorov (comp.), Teoría
de la literatura de los formalistas rusos, p. 57.
[2] Ibid., p. 84.
[3] José Martí, Tallar en nubes, (sel. y pról.. Orlando González Esteva), México,
Aldus-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1999, p. 19.
[4] Shklovski, op. cit, p. 85.
[5] Ibid., p. 86.
[6] Efraín Huerta, aid, Gabriel
(sel.), Ómnibus de poesía mexicana,
México, Siglo XXI, 1989, p. 593.
Muchas gracias.
ResponderEliminarEste artículo me ha sido muy útil. ¡Viva la teoría literaria!
ResponderEliminarEsta genial!!!!!!
ResponderEliminarExcelente resumen y preciosos ejemplos, gracias!
ResponderEliminarmuy practico!
ResponderEliminargenial artículo para saber un poco de Shklovski y los ejemplos están súper!
ResponderEliminarMe aclaró muchas dudas que tenía sobre el tema de la singularización y desautomatización de una forma tan clara. Gracias!!!
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