Millás, Juan José, Volver a casa, Barcelona, Seix Barral, 2013.
Capítulo veintidós
...Si en el futuro has de escribir novelas, conviene que vayas tomando nota de estos trucos. Hay escritores empeñados en no dar ninguna satisfacción al lector y así les va. Escriben novelas intansitivas pensando que el hermetismo es un valor literario de primer orden y que quizá lo que hoy es malo se convierta en bueno mañana, cuando estén tan muertos como tu cadáver. No te dejes influenciar por ellos, están locos. En cuanto al lector, te diré que es un sujeto despreciable, enfermizo, ocioso, pero es el que te va a dar de comer y el que va a alimentar tu vanidad en los próximos años. Cuídalo, y no hay otro modo de cuidarlo que darle lo que quiere. Habitualmente, quiere mierda, de manera que debes darle mierda. Entiéndeme, ha de tratarse de una mierda digerible, verosímil, bien presentada. No vale una mierda cualquiera. Te lo digo porque conozco tus deposiciones intelectuales y no siempre tienen el grado de elaboración que sería deseable. [...] Y, por favor, no entiendas mal lo que te he dicho respecto al lector. Cuando afirmo que se trata de un sujeto enfermizo, estoy diciendo que es igual que tú o que yo, que es un reflejo de nosotros, en fin. ¿O acaso no ha sido la mierda tu alimento preferido en los últimos años? (:179-180)
Capítulo veinticinco
...No alargues innecesariamente esta tortura; no alargues innecesariamente esta novela cuyo final empiezo a olfatear. Si quieres ser escritor, una de las primeras cosas que debes aprender es a no alargar las cosas de forma innecesaria. Te daré otro consejo: si además de querer ser escritor, pretendes ser bueno, escribe siempre como si fueras otro, como si no fuera a figurar tu nombre en lo que haces. Si piensas que eres tú el que escribe, lo harás bajo una carga de responsabilidad excesiva y las cosas te saldrán mal. Mi éxito durante todo estos años se debe a este truco. Siempre pensaba que el que escribía las historias fabuladas por mí eras tú y gracias a eso escribía sin censura. Dejé de escribir cuando intenté hacerlo desde mí mismo porque eso significa cargar con una responsabilidad excesiva. [...] Escribir es una maldición que curiosamente produce algunas envidias. Hazte ya cargo de esa maldición... (:201)
Capítulo veintinueve
...Me da risa imaginar lo que va a ser de ti de ahora en adelante, pero tú lo has querido. Te imagino frente a las cuartillas, estrujándote el cerebro, o lo que te quede de él, para atrapar una idea en esa cárcel que forman las palabras. Por cierto, si te sirve de algo, te diré que yo no he escrito nunca a máquina. Todo lo he hecho a mano, incluida mi vida. Te recomiendo que hagas como yo. Usa siempre un bolígrafo negro, de punta fina y, por favor, no caigas en la tontería de comprarte un ordenador, las palabras recorren un circuitos que están fuera de tu alcance, en las tripas del aparato, y puede pasar cualquier cosa con ellas. Además, con esta que les ha dado ahora a los escritores, y dado lo envidiosos y mezquinos que son, te expones a que uno de ellos entre en tu sistema a través del teléfono y te cambie el argumento, si es que eres capaz de levantar alguno. Si te resulta imposible, puedes recurrir a escribir novelas sin argumento; tienen pocos lectores, pero son muy bien recibidos por la crítica. Lo que pierdes por un lado lo ganas por otro. Al principio, parece difícil escribir sin argumento pero lo cierto es que una vez que te habitúas resulta muy consolador. [...] Y resulta sencillo, tan sencillo como construir un decorado de escayola. Estos decorados -muy utilizados en las películas- poseen un grado de verosimilitud sorprendente. En realidad, sólo adviertes que se trata de un decorado si abres una de esas puertas falsas y penetras en el interior que, naturalmente, está vacío. No te preocupes, a los críticos jamás se les ocurre abrir una de esas puertas. Les da miedo... (:232-233)
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