martes, 1 de noviembre de 2016

Teoría literaria cercana y cálida


Carmen Araceli Eudave Loaera, doctora en Literatura Hispánica, presentó el libro Las teorías literarias y análisis de textos

Al iniciar el comentario del libro Las teorías literarias y el análisis de textos, de mi entrañable amiga Adriana Azucena Rodríguez Torres, ronda en mi cabeza una frase atribuida a Albert Einstein: “No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela”.  No sé si a alguna de mis abuelas les hubiera interesado la teoría literaria, pero sé que ellas, igual que la mayoría de las personas, gustaban de las buenas historias cantadas en verso o narradas en prosa, de esos relatos que sin saber de dónde provenían cada una de ellas iba adoptando y transmitiendo a los suyos, al grado de que Agapita, mi abuela paterna, uno de esos días que me vio abstraída leyendo, mientras mis diez hermanos jugueteaban y daban guerra, muy preocupada me advirtió: “Hija, no leas tanto, porque yo sé de un hombre que se volvió loco por leer demasiado” (ella no leyó el Quijote, porque no sabía leer, pero hasta su natal Aguascalientes llegó el rumor de ese loco que se creía caballero andante). Quizá este libro no sirva para explicar teoría literaria a mis abuelas, pero sí me ha ayudado a comprender de una manera, sintética lúcida y ordenada la teoría literaria y también (en su edición anterior) me ha ayudado a explicar la teoría literaria a mis alumnos.

Función didáctica del libro


Al leer el libro Las teorías literarias y el análisis de textos, también llegaron a mi mente las amargas experiencias de sobrevivir a los distintos cursos de teoría literaria y de literatura (cuando el profesor se había casado con alguna corriente literaria en especial y de manera exclusiva). Entonces había que leer textos muy complejos y memorizar interminables tecnicismos literarios, que yo no siempre estaba segura de emplear bien. Algunos de los críticos estaban tan preocupados por rebatir a sus oponentes o por sentar las bases de la originalidad de sus teorías que perdían la sensibilidad para ocuparse de los lectores no especialistas que en las aulas universitarias debían desentrañar el sentido de sus obtusas obras, también para pensar en aquellos lectores que por elección o destino les tocaba explicar sus teorías a un grupo de alumnos.
A diferencia de lo que ocurre con muchos textos sobre teoría literaria, Adriana se propone “proporcionar al estudiante y al docente un material intermedio entre el texto teórico y el literario: “reducir” el texto teórico a pautas de análisis capaces de ser aplicadas a cualquier texto literario” (p. 12). Adriana sintetiza las ideas más importantes de cada teoría y propone y regala ejercicios prácticos para que de manera cercana tanto el docente como el discente puedan aplicar la teoría literaria. Esta generosa actitud me recordó el cuento de Jorge Luis Borges, “Examen de la obra de Herbert Quain”, (El jardín de senderos que se bifurcan (1941;Ficciones, 1944):

[Herbert Quain] A fines de 1939 publicó Statements: acaso el más original de sus libros, sin duda el menos alabado y el más secreto. Quain solía argumentar que los lectores eran una especie ya extinta. No hay europeo (razonaba) que no sea un escritor, en potencia o en acto. Afirmaba también que de las diversas felicidades que puede ministrar la literatura, la más alta era la invención. Ya que no todos son capaces de esa felicidad, muchos habrán de contentarse con simulacros. Para esos “imperfectos escritores”, cuyo nombre es legión, Quain redactó los ocho relatos del libro Statements. Cada uno de ellos prefigura o promete un buen argumento, voluntariamente frustrado por el autor. Alguno —no el mejor— insinúa dos argumentos. El lector, distraído por la vanidad, cree haberlos inventado. Del tercero, The Rose of Yesterday, yo cometí la ingenuidad de extraer Las ruinas circulares, que es una de las narraciones del libro El jardín de senderos que se bifurcan.

Las sugerencias de análisis que propone Adriana son muy útiles para todos los imperfectos docentes que alguna vez tenemos que impartir la asignatura de teoría o crítica literaria y también resultan de gran interés y utilidad para aquellos alumnos que a lo largo de su carrera reiteradamente tendrán que analizar textos literarios o incluso crear la poética de su propia obra creativa: Adriana, como Herbert Quain, propone varias líneas de análisis, algunas las desarrolla y otras las deja truncas o sólo las sugiere, como ella misma anuncia en la introducción:

La estructura de este manual incluye apartados introductorios a la teoría planteada, así como la síntesis de los procedimientos a seguir para el análisis; se plantea un ejemplo del método de análisis y en ocasiones se plantean sólo las instrucciones para que el estudiante realice las operaciones sobre un texto sugerido. Se incluyen como complemento los esquemas que sinteticen el mecanismo de análisis, ejemplos de comentarios y resultados esperados para dichas operaciones y de manera tangencial, casi siempre al final de algunas partes, observaciones que sobre la teoría han realizado escritores de obras literarias, a fin de eliminar el prejuicio que se le ha imputado a la teoría y que consiste en calificarla en fría y distante del texto literario (p. 12).



Adriana se ocupa en volver la teoría literaria un instrumento de análisis indispensable para profundizar en las obras creativas de distintos autores, pero también se interesa en que estas herramientas sean útiles para ayudarnos a comprender mejor, algunas manifestaciones de la cultura popular y sucesos de la vida cotidiana como sugiere al emplear un método similar al que usó Propp en su Morfología del cuento, para aplicarlo a los melodramas televisivos, la novela gráfica, el relato policiaco tradicional, la novela de misterio y la novela negra; o bien, aplicar la semiótica para explicar las señales de tránsito y las relaciones de pareja. Sin embargo, también está consciente de que no se debe abusar de estas teorías y que en ocasiones hay que disimular su empleo para no ahuyentar a los lectores potenciales, por ejemplo: después de aplicar con sumo rigor el método estructuralista para analizar el poema “5” del libro Álbum de amor, de Rubén Bonifaz Nuño (1987), Adriana advierte:

Este método de análisis garantiza una lectura cuidadosa del poema, cuyos resultados, sin embargo, deberán ser comunicados de una manera mucho más cordial para el lector. El continuo manejo de esquema y alusiones gramaticales ahuyentará al más atento (p. 70).

Teoría y crítica literarias, ¿para qué?
La teoría literaria brinda un gran cúmulo  de herramientas que ayudan a profundizar en la comprensión de los textos y, por ende, aumentan la experiencia estética de los mismos. En la introducción a esta obra Adriana habla de su experiencia de más de tres lustros impartiendo la asignatura de Teoría Literaria en la UNAM y otras universidades, pero en este libro también se evidencian sus gustos como lectora y, sobre todo, exhibe sus dotes como escritora de cuentos[1] y como crítica literaria.[2] Antonio Alatorre señala, que el buen crítico literario ante todo es un buen lector y un buen lector es un creador:

El buen crítico no estorba, sino ayuda, y su misión, entre otras, es de índole pedagógica, pues guía a los demás lectores. El crítico es un lector, pero un lector más alerta y más total, de sensibilidad más aguda: las cualidades de recepción del lector corriente, están como extremadas y exacerbadas en el lector especial que es el crítico. Y éste, además, tiene una íntima necesidad de comunicación: debe participar a otros la impresión recibida. Recrea, en cierta forma, la obra del poeta; es una especie de creador. En el poeta, la creación tiene un carácter absoluto: el no juzga. El crítico sí juzga, pero en esta tarea no se apoya fundamentalmente en bases científicas, sino en una intuición personal iluminada por la inteligencia.[3]


En este sentido Adriana también actúa como crítica literaria, pues la ejerce en distintos niveles, en primer lugar realiza la exégesis de los textos literarios y después analiza y sintetiza sus principales p0stulados. Además, las propuestas de análisis son muy sugerentes. Como dice Alatorre, detrás de todo buen crítico literario hay un gran lector y un gran creador, pero no hay que olvidar que la intuición como la inspiración se alimenta de sudor. Es decir, al escribir este libro Adriana combina varias de sus habilidades como lectora experta, crítica y creadora.
            Adriana, como un nuevo Virgilio, nos lleva de la mano entre la maraña de corrientes, enfoques, escuelas literarias y términos, que harían desistir hasta el mismo Dante. Gracias a la amena y entusiasta guía de Adriana podemos movernos con fluidez entre los vacíos de información, las isotopías, la desautomatización de la percepción, los horizontes de expectativas, los actantes, yo líricos, las elipsis, los narradores “extra, intra, auto, homo, extra o meta” diegéticos; entre la “para, meta, hiper, archi o trans” textualidad; y gozar la emoción de haber descubierto un hiper, hipo o mimo texto.
Al igual que la autora, ya sea en el aula o de manera profesional la mayoría de quienes nos dedicamos a las letras, tarde o temprano debemos profundizar en nuestro papel de lectores y ejercer la crítica literaria (aunque sea de manera informal) y por ello es bueno recordar las características ideales que Alatorre da sobre el crítico literario:

1.       La crítica literaria es una comprensión más clarividente de una obra literaria. Significa un aumento de conocimiento intuitivo. Si la literatura es vida, la crítica es un aumento de vida.
2.      La crítica más alta es la que comprende y transmite la totalidad de las dimensiones de la obra, y este es el ideal a que debe acercarse el crítico.
3.      Las críticas parciales (la biografía, la histórica, la lingüística, la ideológica, etc.) no se sostienen por sí: son sólo elementos, más o menos valiosos de la crítica literaria.
4.      En el fondo, la crítica literaria está unida por mil hilos a las disciplinas extraestéticas, y el más breve e incompleto fragmento de lírica representa, en su ritmo y en su imagen, la expresión de una relación determinada con el mundo. Pero esta relación por sí misma, no es la que determina la calidad literaria.
5.      La crítica de los contemporáneos es más difícil e infinitamente más expuesta a error, que la crítica de los autores del pasado. Pero el crítico tiene que cumplir de todas maneras su misión. El juzgar a los contemporáneos tiene algo de apuesta, pero es preciso hacerla con la mayor honradez posible.


Aumentar la vida, comprender y transmitir la totalidad de sentidos de una obra, sin tomar el texto como pretexto para hablar de elementos extraliterarios y ser capaz de emitir juicios de valor estético sobre las obras de los escritores contemporáneos, es la delicada misión ideal, que Alatorre le confiere al crítico literario. Para llevarla a cabo Las teorías literarias y el análisis de textos es una herramienta ideal; sin embargo, la autora nos advierte que tampoco hay que abusar: “la teoría literaria sirve para explicar la literatura, no al revés. Cada texto literario, en relación con el crítico, precisa de distintos recursos de análisis” (p. 224).
Si mis abuelas hubieran querido aprender teoría literaria, este manual les hubiera sido de gran utilidad, pues Adriana sintetiza con gran maestría los postulados  de las principales escuelas literarias, pone ejemplos tomados no sólo de escritores canónicos consagrados por la crítica literaria y el éxito editorial, sino también cita autores poco estudiados, entrevistas, sitios de internet y periódicos, e incluso es capaz de ejemplificar usando códigos tan cercanos al lector como las señales de tránsito.



[1] 1. La verdad sobre mis amigos imaginarios.  México: Editorial Terracota (La Escritura Invisible), 2008. 2. De trasgresiones y otros viajes.  México: Samsara, 2012. 3. Postales.  México: Fósforo, 2013
[2] Coincidencias. Para una historia de la narrativa mexicana escrita por mujeres, Afínita-Universidad Autónoma de Chiapas, México, 2014.
[3] Antonio Alatorre, Ensayos sobre crítica literaria, Colmex, México, 2012, p. 18.

1 comentario:

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