René Wellek y Austin Warren, Teoría literaria, vers. José Ma. Gimeno, Madrid, Gredos, 1993 [1948, 1955], pp. 57-65.
Dentro de la esfera de los estudios literarios hemos establecido una distinción entre teoría, historia y crítica. Sirviéndonos de otra base de clasificación, vamos a intentar ahora establecer una definición sistemática de literatura comparada, literatura general y literatura nacional.
El término comparative literatura, empleado por los estudiosos anglosajones, es embarazoso, y constituye, indudablemente, una de las razones por las cuales esta importante modalidad de los estudios literarios ha tenido menos éxito académico del esperado. Matthew Arnold, inspirándose en el uso que Ampère hacía de la histoire comparative, fue, al parecer, el primero en utilizar el término en inglés (1848). Los franceses han preferido el utilizado anteriormente por Villemain, que había hablado de littérature comparée (1829), por analogía con la Anatomie comparée de Cuvier (1800). Los alemanes, por su parte, hablan de vergleichende Literaturgeschichte. Sin embargo, ninguno de estos adjetivos de distinta formación resulta muy luminoso, ya que la comparación es método que utilizan toda la crítica y todas las ciencias, y de ningún modo describe cabalmente los procedimientos específicos de los estudios literarios. La comparación formal entre literatura -o aun entre movimientos, figuras y obras- rara vez es tema fundamental de la historia literaria, si bien un libro como el Minuet de F. C. Green, en que se comparan aspectos de las literaturas francesa e inglesa del siglo XVIII, puede arrojar luz para establecer no sólo paralelos y afinidades, sino también divergencias entre el desenvolvimiento literario de una nación y el de otra.
En la práctica, el término "literatura comparada" ha abarcado y abarca todavía esferas de estudio y grupos de problemas bastante distintos. Puede significar, en primer lugar, el estudio de la literatura oral, particularmente de temas populares y de su migración; de cómo y cuándo entraron en la literatura "culta", en la literatura "artística". Este tipo de problema puede quedar relegado al "folklore", importante rama del saber que sólo en parte se ocupa de hechos estéticos, ya que es estudia la civilización total de un pueblo, sus usos y costumbres, trajes, supersticiones y utensilios así como sus artes. Sin embargo, hemos de suscribir el punto de vista según el cual es estudio de la literatura oral es parte integrante de la investigación literaria, toda vez que no puede divorciarse del estudios de las obras escritas, y ha habido y hay todavía una acción recíproca constante entre la literatura oral y la literatura escrita. [...] La literatura escrita de las clases cultas ha afectado profundamente a la literatura oral. La incorporación en el folklore de los libros de caballería y de la lírica trovadoresca es un hecho indudable. Aunque esto constituye un modo de ver que hubiera chocado a los románticos, que creían en la fuerza creadora del pueblo y en la antigüedad remota del arte popular, no obstante, las baladas populares, los cuentos de hadas y las leyendas, tal como los conocemos, son a menudo de origen tardío y derivados de las clases altas de la sociedad. [...] Pero "literatura comparada" difícilmente es el término justo con que designar el estudio de la literatura oral.
Otra acepción del término "literatura comparada" lo circunscribe al estudio de las relaciones entre dos o más literaturas. Esta es la acepción fijada por la floreciente escuela de los comparatistes franceses, dirigida por Fernand Baldensperger y reunida en torno a la Revue de littérature comparée. La escuela ha dedicado particular atención -a veces mecánicamente, pero a veces también con sutileza considerable- a cuestiones como las de renombre y penetración, influencia y fama, de Goethe en Francia e Inglaterra, de Ossian, Carlyle y Schiller en Francia. Ha desarrollado una metodología que, yendo más allá del acopio de datos relativos a revistas, traducciones e influencias, estudia detenidamente la imagen y el concepto de un determinado autor en una determinada época, factores de transmisión tan distintos como publicaciones periódicas, traductores, círculos y viajeros, y el "factor receptivo", el especial ambiente y situación literaria en que se importa al autor extranjero. En conjunto se ha acumulado gran volumen de materiales que son testimonio de la estrecha unidad de las literaturas europeas occidentales particularmente, y nuestro conocimiento del "comercio exterior" de las literaturas se ha acrecentado enormemente.
Pero esta concepción de "literatura comparada" también tiene sus dificultades propias, como es fácil advertir. No parece que de la acumulación de tales estudios pueda surgir ningún sistema netamente determinado. No existe distinción metodológica entre un estudio sobre "Shakespeare en Francia" y otro sobre "Shakespeare en la Inglaterra del siglo XVIII", o entre un estudio acerca de la influencia de Edgar Poe sobre Baudelaire y otro dedicado a la influencia de Dryden sobre Pope. La comparación de literaturas, si se desentiende de las literaturas nacionales totales, tiende a restringirse a problemas externos de fuentes e influencias, renombre y fama. Tales estudios no nos permiten analizar y juzgar una determinada obra de arte, ni aun considerar el todo complejo de su génesis; en vez de ello, se dedican principalmente a las repercusiones de una obra maestra, como traducciones e imitaciones, hechas a menudo por autores de segunda categoría, o bien a la prehistoria de una obra maestra, a las migraciones y difusión de sus temas y formas. Así concebida, la "literatura comparada" presta primordial atención a los factores externo; y el ocaso de la "literatura comparada" en decenios recientes refleja el general desvío con respecto a los simples "hechos", las fuentes y las influencias.
Sin embargo, hay una tercera concepción que obvia todas estas críticas identificando la "literatura comparada" con el estudio de la literatura en su totalidad, con la "literatura universal", con la literatura "general" o "mundial". Estas ecuaciones plantean ciertas dificultades. La expresión "literatura universal", traducción del término "Weltliteratur" de Goethe, acaso revisa innecesaria grandiosidad, implicando que la literatura debe estudiarse en las cinco partes del mundo, desde Nueva Zelanda hasta Islandia. En rigor, Goethe no pensaba en tal cosa. Con el término "literatura universal" aludía a una época en que todas las literaturas se convertirían en una sola. Es el ideal de la fusión de todas las literaturas en una gran síntesis en que cada nación desempeñaría un papel en el concierto universal. Pero el propio Goethe comprendió que se trataba de un ideal muy remoto, que no hay nación que esté dispuesta a renunciar a su individualidad. Hoy quizá estemos más alejados aún de amalgama, y diríamos que en serio no podemos desear que se borren las diferencias entre las literaturas nacionales.
A menudo, el término "literatura universal" se emplea en un tercer sentido: puede significar el gran tesoro de los clásicos como Homero, Dante, Cervantes, Shakespeare y Goethe, cuya fama se ha extendido por todo el mundo y perdura largo tiempo. Ha pasado, pues, a sinónimo de "obras maestras", selección de obras literarias que tiene su justificación crítica y pedagógica, pero que no puede bastar al estudioso, al cual no le es dado limitarse a las grandes cumbres si quiere abarcar toda la cordillera o, para dejar el símil, si quiere entender la historia y los cambios todos.
El término "literatura general", quizá preferible, presenta otros inconvenientes. Originalmente se empleó en el sentido de poética, teoría y principio de la literatura, y en decenios recientes Paul Van Tieghem ha tratado de monopolizarlo para una concepción especial que se contrapone a "literatura comparada". Según él, la "literatura general" estudia aquellos movimientos y modas literarias que trascienden de lo nacional, en tanto que la "literatura comparada" estudia las relaciones recíprocas entre dos o más literaturas. Pero ¿cómo se puede determinar, por ejemplo, si el ossianismo es tema de la literatura "general" o de la literatura "comparada"? No es posible establecer una distinción válida entre la influencia de Walter Scott en el extranjero y la popularidad internacional de la novela histórica. La literatura "comparada" y la literatura "general" se funden inevitablemente. Acaso lo mejor fuera hablar simplemente de "literatura".
Sean cualesquiera las dificultades con que pueda tropezar una concepción de la historia literaria universal, importa entender la literatura como totalidad y perseguir el desenvolvimiento y evolución de la literatura sin tener en cuenta las distinciones lingüísticas. El gran argumento a favor del término "literatura comparada" o "general", o simplemente "literatura" sin más, es la falsedad evidente de la idea de una literatura nacional conclusa en sí misma. La literatura occidental, por lo menos, forma una unidad, un todo: no cabe poner en duda la continuidad entre las literaturas griega y latina, el mundo medieval occidental y las principales literaturas modernas; y sin menospreciar la importancia de las influencias orientales, sobre todo la de la Biblia, hay que reconocer una íntima unidad que comprende a toda Europa, a Rusia, los Estados Unidos y las literatura hispanoamericanas. [...] El ulterior desenvolvimiento del nacionalismo, aunado al efecto surtido por la especialización creciente, condujo a un estudio cada vez más angosto de las literaturas nacionales. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX revivió el ideal de una historia literaria universal bajo la influencia del evolucionismo. [...] Por fortuna, en años recientes se observan indicios que auguran la vuelta a la ambición de una historiografía literaria general. La obra Literatura europea y Edad Media Latina de Ernst Robert Curtius (1948), en que se traza la trayectoria de temas comunes a la totalidad de la tradición occidental, y la Mimesis de Eric Auerbach (1946), historia del realismo desde Homero a Joyce basada en análisis estilísticos de gran sensibilidad sobre distintos textos, son monumentos de erudición que desatienden los nacionalismos establecidos y demuestran convincentemente la unidad de la civilización occidental, la vitalidad del legado de la antigüedad clásica y del cristianismo medieval. [...]
La historia de temas y formas, de artificios y géneros, es, evidentemente, internacional. Aunque la mayoría de nuestros géneros proceden de la literatura de Grecia y Roma, en la Edad Media se modificaron y aumentaron muy considerablemente. Incluso la historia de la métrica, aunque íntimamente vinculada a los diferentes sistemas lingüísticos, es internacional. Además, los grandes movimientos y estilos literarios de la Europa moderna (el Renacimiento, el Barroco, el Neoclasicismo, el Romanticismo, el Realismo y el Simbolismo) rebasan muy ampliamente las fronteras de una nación, aun cuando existan importantes diferencias nacionales entre las plasmaciones de estos estilos. También puede ser distinta su difusión geográfica. El Renacimiento, por ejemplo, penetró en Polonia, pero no en Rusia ni en Bohemia. [...]
Los problemas de "nacionalidad" se complican extraordinariamente si hemos de decidir que literaturas en una misma lengua son literaturas nacionales distintas, como sin duda lo son la norteamericana y la irlandesa moderna. Cuestiones como la de por qué Goldsmith, Sterne y Sheridan no pertenecen a la literatura irlandesa, mientras que Yeats y Joyce sí, requieren respuesta. ¿Existen literatura independientes belga, suiza y austríaca? Tampoco es muy fácil determinar el punto en que la literatura escrita en Norteamérica dejó de ser "inglesa colonial" para convertirse en literatura nacional independiente. ¿Se debe al simple hecho de la independencia política? ¿Es el empleo de asuntos nacionales de "color local"? ¿O es la aparición de un neto estilo literario nacional?
Sólo cuando hayamos llegado a una decisión sobre estos problemas podremos escribir historias de literatura nacional que no sean simplemente categorías geográficas o lingüísticas; sólo entonces podremos analizar el modo preciso en que cada literatura nacional ingresa en la tradición europea. La literatura universal y las nacionales se presuponen mutuamente. Una convención europea queda modificada en cada país: hay también centros de irradiación a los diferentes países, y figuras excéntricas e individualmente grandes que realzan una tradición nacional sobre otra. Poder describir la aportación precisa de una y de otra significaría saber mucho de lo que merece saberse en el conjunto de la historia literaria.
Los problemas de "nacionalidad" se complican extraordinariamente si hemos de decidir que literaturas en una misma lengua son literaturas nacionales distintas, como sin duda lo son la norteamericana y la irlandesa moderna. Cuestiones como la de por qué Goldsmith, Sterne y Sheridan no pertenecen a la literatura irlandesa, mientras que Yeats y Joyce sí, requieren respuesta. ¿Existen literatura independientes belga, suiza y austríaca? Tampoco es muy fácil determinar el punto en que la literatura escrita en Norteamérica dejó de ser "inglesa colonial" para convertirse en literatura nacional independiente. ¿Se debe al simple hecho de la independencia política? ¿Es el empleo de asuntos nacionales de "color local"? ¿O es la aparición de un neto estilo literario nacional?
Sólo cuando hayamos llegado a una decisión sobre estos problemas podremos escribir historias de literatura nacional que no sean simplemente categorías geográficas o lingüísticas; sólo entonces podremos analizar el modo preciso en que cada literatura nacional ingresa en la tradición europea. La literatura universal y las nacionales se presuponen mutuamente. Una convención europea queda modificada en cada país: hay también centros de irradiación a los diferentes países, y figuras excéntricas e individualmente grandes que realzan una tradición nacional sobre otra. Poder describir la aportación precisa de una y de otra significaría saber mucho de lo que merece saberse en el conjunto de la historia literaria.
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